LUNES, 15 DE NOVIEMBRE DE 2021 | ||||||||
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LUNES, 15 DE NOVIEMBRE DE 2021 | ||||||||
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Puesto que nos encontramos ante la celebración de un criminal centenario vamos a recordar la naturaleza asesina y criminal – jamas democrática – de esta cuerda de asesinos, genocidas y ladrones, recordando el discurso que el entonces Secretario General del PCE, José Díaz, pronuncio el 9 de febrero de 1936 en el Salón Guerrero de Madrid.
Traemos aquí las nada democráticas y pacíficas palabras de José Díaz en aquella fecha, con las que concluyó su discurso, para que no quede ninguna duda sobre si eran pacifistas o no, y sobre si eran demócratas o no, si eran la paz y la democracia, o la dictadura y el modelo de Lenin y Stalin, ese modelo que defendía el PCE en febrero de 1936, y que sigue defendiendo hoy.
Camaradas obreros y antifascistas:
Recibid un saludo, en nombre del Comité Central del Partido Comunista de España. Camaradas que habéis llegado andando por las carreteras para asistir al mitin, recibid también nuestro saludo. Camaradas ciegos, recibid también el saludo del Comité Central del Partido Comunista de España. Os decimos que cuando podamos –y podremos y lo haremos- cambiar el régimen en beneficio de la clase trabajadora y de las masas populares, estoy seguro de que muchos de vosotros, camaradas ciegos, recobraréis la vista gracias a la ciencia puesta al servicio del pueblo; pero si a todos no os es posible recobrarla, tendréis una situación de bienestar que no tenéis en el día de hoy. Los camaradas ciegos aquí presentes sienten en el alma, de una manera profunda, la solidaridad con su clase, y aquí los tenéis con vosotros afirmando que votarán por el Bloque Popular y que lucharán con el proletariado hasta vencer definitivamente a la reacción y al fascismo en España.
Yo quiero comenzar diciendo, camaradas, cuál es la participación del Partido Comunista de España en la creación de este Bloque Popular, de este grandioso movimiento popular a través del cual las masas van dominando a la reacción. Puedo recordar que en el mitin del Monumental Cinema, el 2 de junio, en nombre del Partido Comunista, hice un llamamiento a los socialistas y republicanos de izquierda para formar el Bloque Popular. Mis últimas palabras en aquel acto fueron: «Camaradas socialistas, anarquistas, republicanos de izquierda, antifascistas, todos los que tenéis bajo vuestra dirección masas obreras y antifascistas: si no comprendéis el momento que vivimos, si no os ponéis a la altura de las grandes masas que piden a gritos el Frente Único para vencer al fascismo, cometeréis el crimen más grande que puede cometerse contra las mismas masas que decís defender». Y en el reciente mitin del Pardiñas decía yo también: «Estoy seguro de que el movimiento obrero español se va a ver dentro de poco tiempo reforzado con la celebración en común de mítines del Partido Socialista y del Partido Comunista, que harán público su propósito de marchar unidos en la lucha contra el enemigo común. Los mítines han de celebrarse, no como ahora, cada partido por su lado, sino con representación de los dos partidos, y también con la participación de todos los partidos democráticos.»
Hoy, camaradas, en estos grandes mítines en que participan obreros y campesinos, trabajadores manuales e intelectuales, en que participa lo más honrado de España, os puedo decir: hablan ante vosotros todos los representantes de los partidos defensores de vuestros intereses y de los intereses de todas las fuerzas populares, y en la realización de este hecho histórico nuestro partido, el Partido Comunista, ha sido uno de los primeros artífices. (Aplausos.)
El Bloque Popular está constituido. Hay que hacer que cumpla su misión el 16 de febrero y después de esa fecha. Tanto el Partido Comunista como el Socialista confían en las masas en general, y también en la inteligencia y comprensión de los hombres que dirigen los partidos democráticos. Pero había que articular las fuerzas populares, había que organizarlas. Esta tarea está, en gran parte, cumplida. El Bloque Popular, ya constituido, no se podrá romper jamás, aunque haya quien crea que esto debe hacerse. ¿Por qué? Porque se opondrán a ello, de una manera rotunda, categórica, todas las masas, que sienten en su carne el látigo de la opresión y de la miseria y la necesidad de aplastar para siempre a la reacción, para el bien de la España de la cultura y del trabajo. (Grandes aplausos.)
Camaradas: ¿Qué representan las elecciones, en el momento presente de España? ¿Son unas elecciones de carácter normal, unas elecciones donde se ventilan cinco actas de diputados más o menos de izquierda o de derecha? ¿Unas elecciones del tipo de las elecciones normales de Inglaterra, de Norteamérica o de Suecia? ¡No, camaradas! En las elecciones del 16 de febrero nos jugamos algo más importante y fundamental. Nos jugamos toda una situación, nos jugamos todo un régimen. Y que esto es así, se puede comprobar a través de la propaganda de los enemigos. Si analizamos esta propaganda, vemos que la reacción, los que quieren llevarnos al hundimiento de España, tremolan esta consigna: ¡Contra la revolución y sus cómplices! Dicen en sus carteles: ¡Hay que acabar con la revolución, hay que acabar con el comunismo rojo! Y tratan de asustar a las masas, diciendo que es Moscú quien dirige la política de España. La política de España, de las masas populares, la dirigen sus partidos; y lo que empuja a las masas hacia los partidos proletarios, hacia los partidos republicanos de izquierda, es el hambre y la miseria en que los monárquicos y fascistas han sumido a estas propias masas. Así es, camaradas, como se plantea el problema. La lucha está planteada entre fascismo o democracia, revolución o contrarrevolución.
No es una pequeña contienda de tipo electoral la que se ventila en España: es un episodio de la lucha entablada entre las fuerzas del pasado y las del porvenir, lo que se juega en este 16 de febrero. Vamos a luchar, camaradas, con todo coraje, con todo entusiasmo y con toda organización para vencer a la reacción.
Camaradas: hay una bandera que está en manos de nuestros enemigos, que ellos tratan de utilizar contra nosotros y que es preciso arrebatarles de las manos: la de que votando por ellos se vota por España. ¿Qué España representan ellos? Sobre este asunto, hay que hacer claridad. Cuando la reacción, cuando el fascismo no puede demostrar con hechos prácticos que ha mejorado en lo más mínimo las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera y de las masas campesinas -porque las ha empeorado-, y no solamente las de los trabajadores manuales, sino las de los empleados, de la pequeña burguesía, de los campesinos, incluso de la burguesía media; cuando en nada se ha mejorado -sino, repito, empeorado- la situación de estas masas populares; de una manera abstracta, para cazar incautos, se dice, se grita en los carteles, en los mítines: votando por nosotros, votáis por España, votáis por la patria. Este argumento, que penetra sobre todo en las capas de la pequeña burguesía, de la burguesía media, gentes que aman a su patria y a su hogar, hay que analizarlo y demostrar que quienes aman verdaderamente a su país, somos nosotros, y que somos nosotros los que vamos a probarlo con hechos, pues no es posible que continúen engañando a estas masas, utilizando la bandera del patriotismo, los que prostituyen a nuestro país, los que condenan al hambre al pueblo, los que someten al yugo de la opresión al noventa por ciento de la población, los que dominan por el terror. ¿Patriotas ellos? ¡No! Las masas populares, vosotros, obreros y antifascistas en general, sois los patriotas, los que queréis a vuestro país libre de parásitos y opresores; pero los que os explotan no, ni son españoles, ni son defensores de los intereses del país, ni tienen derecho a vivir en la España de la cultura y del trabajo. (Prolongados aplausos.)
Se habla de la tradición. Pero no hay una sola tradición, y es necesario reivindicar para cada clase los hombres y la tradición que le pertenecen. Hay la tradición de la Inquisición, que representan ellos, y la tradición de los que lucharon contra el oscurantismo y por el progreso y la libertad, que representamos nosotros. Ya en aquella época luchaban dos Españas. Había una, la que implantó la Inquisición, que causaba las muertes y los martirios de los hombres honrados de aquel tiempo, utilizando para dominar todos los medios bárbaros de que son capaces los malvados que quieren el predominio de un puñado sobre la inmensa mayoría. Y había otra España: la de los que ya en aquel tiempo luchaban frente a la Inquisición, dando sus vidas por la libertad del pueblo. Nosotros queremos reivindicar para nuestra causa a los hombres que luchaban en aquella época contra la Inquisición, porque aquellos hombres eran los hombres del progreso. Bajo el reinado de los Reyes Católicos, se estableció con toda crudeza la Inquisición, siendo los primeros inquisidores Primo Juan de San Martín, Miguel de Murillo, Juan José de Medina, San Pedro Arbués. Este último fue muerto por las masas en Aragón, que se resistieron a que fuese implantada la Inquisición, por considerarla contraria a las libertades aragonesas. La misma resistencia hubo por parte del pueblo en Cataluña. Los hombres de la Inquisición son los que nuestros tiranos de hoy quieren reivindicar. Pues bien: nosotros reivindicamos para nuestra causa a los que se rebelaron contra ella.
El inquisidor general fue Torquemada, y su sucesor Diego de Deza. Durante la época de Torquemada fueron quemadas nueve mil personas y atormentadas cien mil. Después, en tiempos de su continuador Deza, dos mil setecientos quemados y treinta y cinco mil atormentados. ¿No os recuerda esto, lo que, siglos más tarde, se ha hecho en Asturias? (Voces: “¡Asesinos!”)
¿Por qué doy estas cifras? ¿Por qué recuerdo estos hechos, camaradas? Porque es preciso que el pueblo conozca a sus amigos y a sus enemigos. Y los amigos del pueblo son los que continúan la tradición de aquellos hombres que lucharon contra la Inquisición, quienes, como los comuneros, lucharon años más tarde por una situación de mejoramiento para la mayoría del pueblo de España, los que lucharon para traer la primera República: hombres como Pi y Margall, como Salvochea, como Zorrilla, como Salmerón y una serie de hombres que luchaban en aquella época por una España Republicana, donde existiera el bienestar para el pueblo; hombres como Galán y García Hernández, que dieron su vida en aras de una República de carácter social, son los precursores del movimiento revolucionario que el proletariado reivindica para sí.
Nosotros continuamos, pues, la tradición de Pi y Margall, la tradición de Salvochea, de Galán y García Hernández y de todos los luchadores que batallaron para destruir la España feudal, clerical y monárquica, y abrir cauce a la democracia, basada en el bienestar de las masas.
Pero los Calvo Sotelo, los Gil Robles, los Primo de Rivera pueden reivindicar y reivindican para sí la España de Torquemada, la de los Reyes Católicos, la de los sátrapas y los caciques. Pues bien, repito, los que quieren una España al estilo de Torquemada son malos españoles; los buenos españoles somos los que queremos continuar el camino de los hombres progresistas sanos, los que amamos a nuestro país y sabemos defenderlo como lo hemos defendido en Asturias, con las armas en la mano, con el sacrificio de nuestra sangre y de nuestra vida, contra los que quieren arrastrar a nuestro pueblo en el lodo, en el fango y en las lágrimas. (Fuertes aplausos. Gritos de ¡Viva Asturias la Roja!, ¡Viva el Partido Comunista!)
¿Qué queremos hacer nosotros de España?
Vosotros, monárquicos, fascistas, que os decís amantes de España, ¿qué habéis hecho de ella? Recordad los miles y miles de jóvenes que habéis hecho sucumbir en los campos de Marruecos. Eran la flor de España, la juventud que tiene, que tenía que modelar y embellecer a España. La habéis enterrado en Marruecos para conquistar no sé qué, pero esclavizando a otro pueblo; y habéis inmolado para eso a nuestros hermanos. ¿Y eso, para qué? Para enriquecer a algunos hombres, para extender los dominios de la España feudal y de las compañías imperialistas extranjeras. A los que os decís «defensores de la patria», podemos demostraros que en España las empresas más importantes están en manos del capitalismo extranjero. Si vosotros entregáis tan importantes empresas, que son parte integrante de la riqueza de España, al capitalismo extranjero, ¿con qué derecho os llamáis amantes de la patria? ¿Qué hacéis, qué habéis hecho de España? Da miedo pensar en el número tan enorme de analfabetos que hay en España, una España de oscurantismo, dominada por los frailes y los curas, una España en la que a los obreros se les enseña solamente a deletrear y a garrapatear una carta, y en que a los campesinos se les mantiene en pleno analfabetismo.
¿Qué habéis hecho del suelo de España, que por su clima podría ser un vergel? ¿Es que no os dais cuenta del hambre que hay en España, de que nuestra raza famélica está pereciendo, de que las madres, exhaustas por el hambre, dan a sus hijos una leche que no es nutritiva, que no tiene la cantidad necesaria de alimento para que el crío sea hoy un niño robusto y mañana un hombre fuerte? ¿Es que no sabéis, mercaderes del patriotismo, que los trabajadores no comemos? ¿Es que no sabéis que mientras vosotros celebráis grandes orgías en dorados salones, entre plata y oro, chocando las copas del champagne, preparando la guerra y la miseria del gran pueblo, nosotros pagamos vuestros festines, nosotros estamos sufriendo hambre y miseria? ¿No lo sabéis? ¡Pues bien, eso se va a acabar! Toda España, la España del trabajo, a pesar de la represión, a pesar del terror, alza un solo grito: ¡Basta ya de miseria y de hambre! Y las masas, unidas en poderoso Frente Único, en este Bloque Popular que agrupa a la inmensa mayoría de la población, quieren impedir, y lo impedirán, que sus hijos continúen siendo famélicos, y saben que, para que sean robustos, tienen que buscar el bienestar general, y sólo lo pueden conseguir dominando, sometiendo del modo que sea -ellas que representan el noventa por ciento de la población- al diez por ciento restante, que la oprime y la mata de hambre. Esto sólo puede hacerse, camaradas, organizando la lucha, y con la lucha organizada venceremos al enemigo. El camino está bien señalado y todos lo conocéis. Yo solamente puedo aseguraros que de ese diez por ciento de parásitos que ha sembrado el hambre, la miseria y el terror en nuestro país, al que no le dé tiempo a salir de España, se quedará entre nosotros. (Fuertes aplausos.)
«¡Votad por España!» «¡Votad por la patria!», dicen los monárquicos y fascistas. ¿Qué patria? ¡Pero si habéis hecho de toda España una cárcel!
Hablan en sus carteles de amnistía para los obreros honrados pero no para los dirigentes. ¿Es que ignoran que todos vosotros sois dirigentes y los que están en la cárcel los mejores de los mejores? (Prolongados aplausos.)
¡Treinta mil presos en las cárceles y presidios de España! ¡Y en qué condiciones! En la situación más inhumana que se puede dar a los presos. Nosotros, señores monárquicos, señores fascistas, señores reaccionarios, queremos a nuestros presos, y los vamos a libertar, con o sin vuestra amnistía, porque nos pertenecen, porque no queremos continuar como hasta aquí bajo el dominio de un puñado de hombres, de grandes banqueros, de terratenientes, de gran burguesía. No queremos seguir en esta situación, y el camino está emprendido: organizaremos nuestras fuerzas, y no cejaremos hasta conseguir nuestros objetivos. (Aplausos.)
¿Qué España queremos nosotros? Ya he hablado de la España que quieren nuestros enemigos; ahora hablaré de la que nosotros queremos. Ya he dicho que nosotros somos los continuadores de aquellos hombres que dieron su vida por la libertad de España. Todo lo que hay de progresista en la historia de España, lo reivindicamos para nosotros, para el pueblo; todo lo que hay de retrógrado, de criminal, les pertenece a ellos, a Calvo Sotelo, a Gil Robles, el «jefe» que no se equivoca nunca… (Risas) Para esa caterva queda el lastre que arrastra la España feudal desde hace siglos; para nosotros, la verdadera tradición de la España de la libertad y del trabajo. (Una voz: «Y también hablan de los tuberculosos. Hay que preguntarles quién ha traído la tuberculosis.») Camaradas, recojo la interrupción del compañero, hecha con mucha justeza. Somos uno de los países donde el analfabetismo es más pronunciado, y hoy tenemos, además -eso, en la España que hoy padecemos-, el mayor contingente de tuberculosis. Es la consecuencia de nuestra hambre; es la consecuencia de pasar por delante de las carnicerías llenas de ternera, de toda clase de carne, y no poder comprar ni lo más mínimo para poder alimentarnos; es la consecuencia de que, mirando desde el punto de vista general, mientras en España van millares y millares de obreros en alpargatas, hay millares y millones de cómodos zapatos en los grandes escaparates que no tienen salida. ¡Con eso es con lo que queremos terminar! No queremos que los campesinos sigan comiendo hierba, sino que coman lo que el campo produce y cambien lo que sobra con los obreros de la ciudad, que les darán los productos manufacturados.
Queremos una España culta, queremos una España donde los intelectuales, los médicos, los hombres de ciencia y los artistas estén al servicio del pueblo, no al servicio de unos cuantos explotadores; queremos que se abran las Universidades para el proletariado, para el pueblo, en el que hay grandes capacidades que no se aprovechan; queremos que los hombres se eleven no por recomendaciones de un Cruz Conde, no por recomendaciones de nobles y por recomendaciones de ministros, sino que lleguen al lugar que les corresponde para poner al servicio del pueblo su inteligencia, su ciencia, su talento y su capacidad. Queremos que los médicos traten a los obreros y al pueblo en general como se trata a los enfermos. No queremos que haya dos clases de enfermos: unos, a los que los médicos dedican toda clase de cuidados, sentándose a su cabecera durante meses enteros si es necesario, y otros a los que no se puede asistir porque no disponen de tiempo para ir a una barriada a escuchar las quejas de un proletario al que se le muere un niño, al que se le muere su mujer por falta de alimentos, más que por falta de… (Estruendosos aplausos impiden oír el final del párrafo). Queremos una España en la que no sean posibles los crímenes y las atrocidades que se han cometido con nuestros hermanos de Asturias, culpables sólo de querer, como nosotros, una España justa, una España en que haya pan, trabajo y libertad.
Diremos, en fin -para que lo sepan todos, amigos y enemigos-, lo que queremos hacer de España: limpiarla de nuestros enemigos, limpiarla de una vez de los enemigos del pueblo, de todo aquello que representa la España negra y feudal.
Nuestros enemigos utilizan también en su propaganda el estribillo de que el Partido Socialista y el Partido Comunista, los obreros en general, son enemigos, no sólo de la monarquía, sino también de la República. Es una mentira más. Nosotros no somos enemigos de la República; nosotros, aunque seamos partidarios de la dictadura del proletariado, defendemos a la República. Pero una República que dé al pueblo todo lo que el pueblo necesita. Hay en el mundo una República -¿para qué hablar en teoría?- que ha hecho ya lo que aquí pedimos, que ha puesto en práctica todo lo que nosotros queremos y necesitamos, que ha hecho de un pueblo analfabeto, de un pueblo atrasado, de un pueblo sin industria básica, de un pueblo pobre -a pesar de sus grandes riquezas naturales-, de un pueblo que era, si cabe, tan atrasado como España, la verdadera República de trabajadores -no de «todas clases» como la nuestra-, que ha hecho de esta República la patria del proletariado del mundo entero. ¿Por qué no seguir su ejemplo? Esa sí que es una República de la cual se puede enorgullecer el pueblo. Un pueblo inculto, sin industria fundamental, con un ejército que los zares habían adiestrado para las derrotas, se ha convertido en el primer país del mundo en cuanto a cultura -porque la cultura de los obreros de la Unión Soviética está por encima de la de todos los demás países-; ha pasado a ser el segundo país industrial del mundo -el primero de Europa-, y dentro de poco será también el primero del mundo; ha dado el bienestar a los campesinos, y hoy tiene un ejército, el glorioso Ejército Rojo, que se hace respetar por el mundo entero. (Aplausos.)
Allí, los hombres de ciencia, los sabios, los intelectuales, no tienen trabas para desarrollar sus investigaciones científicas. Allí hay el estímulo, hay la ayuda del Estado a toda clase de iniciativas de la inteligencia. Y gracias a esto, hemos visto cómo, en tan corto espacio de tiempo, ha podido desarrollarse este país en todas las direcciones, en el plano de la economía y la cultura, de una manera tan formidable. Y tenemos, últimamente, un hecho formidable, conocido por todos los obreros y comentado también y admirado por todos los hombres libres y democráticos: el movimiento stajanovista -de Stajanov, minero del Don-, movimiento que es la demostración del grado de capacidad que adquieren los obreros en el régimen soviético. Utilizando en forma más racional la técnica, se ha conseguido producir un mil por ciento más de lo que se producía; y hoy no es solamente ese compañero, Stajanov, el que aplica esos procedimientos, sino que son millares y millares de trabajadores de la Unión Soviética, los que, recogiendo las enseñanzas de Stajanov, han triplicado, cuadruplicado la producción echando por tierra todos los planes de los ingenieros y demostrando a los hombres que creían que el proletariado no tenía capacidad constructiva de cuántas iniciativas y de cuánto heroísmo son capaces los trabajadores, cuando saben que producen para sí y para el bienestar de la humanidad. Eso queremos hacer nosotros también para España. Pero cuando la tierra sea de quienes la trabajan, cuando las fábricas sean de los obreros, cuando tengamos una verdadera República, un gobierno de obreros y campesinos. No para engordar parásitos y explotadores, como ahora. (Aplausos.)
¿Está claro, pues, cuál es nuestro concepto de patria, en contraste con el de los «patriotas» de Alfonso XIII? Y este concepto de la patria, camaradas, puedo deciros que no es la primera vez que lo formula el Partido Comunista. Hay quien dice que la idea del amor por nuestro país, por el suelo en que hemos nacido, ha salido del VII Congreso de la Internacional Comunista porque lo planteó allí el camarada Dimitrov. Cierto, Dimitrov ha dado una magnífica lección a los fascistas alemanes, a los verdugos del pueblo alemán, que querían hacer creer que el noble pueblo búlgaro era un pueblo de bandidos, y ha demostrado que los bandidos son los fascistas de todos los países. Pero, yo quiero leer aquí unos párrafos de un artículo del camarada Lenin, escrito a raíz de 1905, después de la derrota de la primera revolución rusa. Son palabras de Lenin, la inteligencia más clara que ha conocido la historia, el internacionalista más consecuente del movimiento proletario mundial.
«Amamos a nuestro país -decía Lenin-. ¿Es que a nosotros, proletarios conscientes de la Gran Rusia, nos es extraño el orgullo nacional? ¡Claro que no! Nosotros amamos a nuestro idioma y a nuestro país. Nosotros trabajamos, sobre todo, para elevar a las masas trabajadoras de nuestro país (es decir, a las nueve décimas partes de su población) a la vida consciente de demócratas y socialistas. Nosotros sufrimos ante todo viendo y sintiendo las arbitrariedades, las humillaciones, el yugo que los verdugos imperialistas, los nobles y los capitalistas hacen sufrir a nuestra bella patria. Estamos orgullosos de que esas arbitrariedades hayan suscitado resistencias entre nosotros, los grandes rusos; estamos orgullosos de que nuestro pueblo haya dado hombres como Raditchev, los decembristas, los revolucionarios pequeño-burgueses de la década del 70; estamos orgullosos de que la clase obrera de la Gran Rusia haya creado en 1905 un potente partido revolucionario de masas, y que, al mismo tiempo, el campesinado de la Gran Rusia haya empezado a transformarse en demócrata y a libertarse moralmente del pope y del terrateniente».
Y, unas líneas más adelante, dice:
«Obreros grandes rusos, penetrados de un sentimiento de orgullo nacional, queremos a toda costa una gran Rusia libre e independiente, demócrata y republicana, que establezca sus relaciones con sus vecinos sobre el principio humano de la igualdad y no sobre el principio humillante del servilismo y el privilegio para una gran nación. Por eso decimos: en la Europa del siglo XX, no se puede “defender la patria” más que poniendo en movimiento las fuerzas revolucionarias contra los monárquicos, los terratenientes y los capitalistas de “su” patria, es decir, contra los peores enemigos de nuestra patria». (Aplausos.)
Esto es lo que decía Lenin después de 1905. ¡Qué bien se puede aplicar esto a los «patriotas» de nuestros días!
Y ahora, camaradas, ¿qué hay que hacer para salir de la situación actual?
El ambiente nos es favorable; todos estáis cansados de este régimen de hambre y de terror, y dispuestos a lanzaros a la lucha para hacer que esto cambie. ¿Pero cómo hacerlo?
Para poder triunfar sobre el enemigo el día 16 y después del 16, es necesario comprender -para que no se repita el caso del 14 de abril- que el triunfo electoral, con la constitución de un Gobierno republicano o de un Gobierno popular, debe ser la garantía de que se arrancará al enemigo -y lo hemos dicho y repetido, y lo repetiremos cuantas veces sea necesario, hasta hacerlo llegar a comprender a quien tiene que recogerlo- su base material y social. Mientras los campesinos no tengan la tierra que hoy usurpan los terratenientes, mientras a éstos no se les expropie la tierra sin indemnización, para entregarla gratuitamente a los campesinos trabajadores y a los obreros agrícolas, no habrá posibilidad de desarrollar un régimen democrático. Mientras la Iglesia continúe cobrando millones y millones del Estado -mientras no haya una separación rotunda de la Iglesia y del Estado-, y en vez de entregarle a ella esos millones se entreguen para obras públicas, para mejorar la situación del proletariado y de los campesinos, no habrá democracia en el país. El que quiera ir a misa o a comulgar, que vaya a la iglesia tranquilamente, pero que se pague su religión. Lo que no se puede consentir es que eso salga del proletariado, de las masas trabajadoras. (Prolongados aplausos.)
Queremos un ejército democrático, queremos un ejército del pueblo; no un ejército con la dirección, con los mandos más responsables en manos monárquicas y fascistas. Queremos que las nacionalidades de nuestro país -Cataluña, Euskadi, Galicia- puedan disponer libremente de sus destinos ¿por qué no? y que tengan relaciones cordiales y amistosas con toda la España popular. Si ellos quieren librarse del yugo del imperialismo español representado por el poder central, tendrán nuestra ayuda. Un pueblo que oprime a otros pueblos no se puede considerar libre. Y nosotros queremos una España libre. Queremos libertades democráticas plenas para el pueblo, libertad de reunión, de manifestación. Queremos también, como una de las medidas indispensables para después del triunfo electoral, que desaparezcan todas las organizaciones fascistas y que sean recogidas las armas que en gran cantidad están en sus manos y que esgrimen contra el pueblo trabajador. (Fuertes aplausos.)
Todas éstas son medidas necesarias y urgentes, si se quieren abrir amplios cauces democráticos para el pueblo de España.
Cuando nuestro Partido desplegó la bandera del Bloque Popular, no todos comprendieron su significado. Por eso hubo resistencias en su creación. La experiencia ha demostrado a los hombres que dirigen los partidos de masas que el Frente Popular, el frente antifascista se imponía por la voluntad de abajo. Hoy, podemos decir que el Bloque Popular se va creando en toda España. Pero hay un peligro, compañeros, hay un peligro que acecha al Bloque Popular, y es la incomprensión, por parte de algunos hombres que dirigen los partidos populares, de que el Bloque Popular es una necesidad, no solamente para el momento de las elecciones, sino también para después, como garantía para la realización de lo pactado, y como fuerza de combate, hasta que venzamos a la reacción y al fascismo en España. No es posible disolver el Bloque Popular después de las elecciones porque eso equivaldría a desarticular las fuerzas que hoy lo componen, y sería la derrota para un corto plazo. En bien del noventa por ciento de la población, yo llamo la atención de nuestros aliados, y les digo: Dirigentes de los partidos que tenéis masas, como hombres inteligentes que sois, comprended la situación y colocaos a la altura de vuestras masas. Yo no digo que hagáis más ni menos, pero si las masas lo quieren, queredlo vosotros también. (Prolongadísimos aplausos.) Y las masas quieren que el Bloque Popular continúe.
Como estoy seguro de que todos lo queremos, masas y dirigentes, porque si vamos a triunfar en las elecciones del 16 de febrero, todos sabemos que debemos continuar el camino hasta el triunfo final de nuestras aspiraciones, yo os digo que es muy difícil ponerse en contra de una corriente de acierto tan formidable, que va a gritar por todas las calles: «¡No rompáis, no rompamos el Bloque Popular!». (Estruendosos aplausos.)
Hay un programa mínimo, que debe realizarse desde el Gobierno, entendedlo bien, y cuya realización creará las condiciones para el desarrollo ulterior de la revolución democrático-burguesa en España. Entonces, ¿cómo es posible romper el Bloque Popular, antes de haber realizado su programa?
Después del triunfo electoral, sólo queda poner en práctica ese programa mínimo, y yo, obreros y antifascistas, puedo asegurar, en nombre del Comité Central del Partido Comunista, que nosotros, fieles siempre a nuestros compromisos, lo haremos cumplir, junto con los demás representantes de los partidos que lo suscribieron. El Gobierno que surja después de las elecciones no encontrará obstáculos de nuestra parte, si es que cumple sus compromisos. Pero declaramos también, con toda lealtad, que nosotros no nos contentamos solamente con ese programa mínimo, sino que nos proponemos desarrollar el programa de la revolución democrático-burguesa hasta llegar al fin. (Grandes aplausos.)
Camaradas: Treinta mil presos esperan de nosotros que el 16 de febrero cumpliremos con nuestro deber. Ellos tienen confianza, mucha confianza en el proletariado, en el Partido Comunista, en el Partido Socialista, y también en los partidos republicanos de izquierda. Cuando eran condenados a penas de veinticinco a treinta años, a penas de muerte, recibían las penas con entereza, y yo no conozco ni un solo caso en que los condenados hayan desfallecido ante esas condenas monstruosas. ¿Por qué? Porque sabían y saben lo que vale el proletariado español. Sabían que los que quedábamos fuera no descansaríamos ni un segundo hasta conseguir su libertad. Quien no sabe bien todavía lo que vale el proletariado de España, porque hasta ahora nos ha visto desunidos, es el enemigo. Pero pronto lo va a saber. Esos treinta mil presos esperan de nosotros que el 16 de febrero sabremos cumplir con nuestro deber. Que los arrancaremos de las cárceles.
Y ahora, algunas palabras para nuestras compañeras, las mujeres.
¡Mujeres de toda España, grande es el papel que tenéis que desempeñar el día 16, y después del 16! Hemos notado con regocijo el despertar de vuestra conciencia de clase. Vuestra presencia, cada día más numerosa, en nuestros mítines demuestra que os emancipáis del yugo secular de la Iglesia, y que reclamáis vuestro puesto de lucha al lado de vuestros compañeros.
Para cambiar esta situación, es necesario que vosotras, con nosotros, vayáis a la lucha para vencer a todo lo que hay de malo en España. ¡Mujeres y hombres, mujeres y jóvenes, hay que vencer a la reacción, y luego respiraremos bienestar en España! Cumplid con vuestro deber el día 16; impedid en cuanto sea posible que las damas estropajosas puedan suplantar o engañar a las mujeres trabajadoras haciéndolas votar por nuestros enemigos.
Y por último, hago un serio llamamiento a los obreros de la CNT, a los camaradas anarquistas. Decía al principio que la situación de España es tal, que se juega el régimen. Yo no digo que reneguéis de vuestra ideología, pero es preciso que votéis por el Bloque Popular. En la situación en que está planteada la lucha, el abstenerse es un crimen. Nadie puede quedar neutral. Quienes no voten, quienes no apoyen al Bloque Antifascista, quiéranlo o no, hacen el juego a la reacción. ¿Es que puede haber un solo obrero que se coloque en una posición semejante? Es tal la situación en que nos encontramos hoy, que la papeleta llevada a las urnas, en este momento, tiene casi el mismo valor que tenían los fusiles en Asturias, en el movimiento de Octubre. Una cosa no excluye la otra, cada cosa a su tiempo. (Fuertes aplausos.)
Camaradas: ¡Marchemos hacia adelante! Yo solamente os digo la gran satisfacción que me produce vuestro espíritu de lucha, al cual corresponderá el Partido Comunista, que irá señalando el camino que hay que seguir. Tened seguro que en el Partido Comunista tendréis el Partido dirigente que os va a conducir a la lucha y a la victoria. Marchemos juntos con nuestros hermanos los socialistas, con nuestro camarada Largo Caballero, hacia la formación del gran partido marxista-leninista, que dirigirá a las masas hacia la implantación de la dictadura del proletariado, hacia la España socialista.
Con los camaradas socialistas hemos de discutir aún sobre la táctica, sobre los fundamentos teóricos del Partido revolucionario del proletariado. Pero el pasado no volverá. Marcharemos unidos para terminar la revolución democrático-burguesa; marcharemos unidos para implantar la dictadura del proletariado, y, siguiendo el ejemplo del Partido Bolchevique y de su jefe, Stalin, forjaremos el arma que nos dará el triunfo definitivo del Socialismo en España. (Gran ovación.)
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